Idaira se levantó por la mañana, en casa, tal vez con más energía que otros días; o tal vez, un poco cansada. No sabemos si demasiado deprisa o demasiado olvidadiza.
Se organizó todo, se aseó, desayuno y se fue al cole con ilusión, pues a Idaira le encanta ir a clase y especialmente, encontrarse con algunas de sus compañeras.
Tampoco me entendáis mal, es una niña tan risueña que se lleva bien con todo el mundo, aunque como todos... nos llevamos mejor con unos, que con otros.
Las primeras clases pasarón sin demasiada novedad. Solo había una cosa que no acababa de encajar... Idaira se enfadaba con más facilidad que de costumbre. Algo que tampoco es un escandalo. Normalmente está de buen humor y no se deja cabrear fácilmente.
De hecho, cuando juega a ponerse seria es muy fácil hacerle reir.
martes, 12 de febrero de 2019
lunes, 19 de febrero de 2018
La clase de yoga
Se terminó la sesión de yoga.
Un alumno se levantó y buscó a la maestra:
-Lo lamento, pero mi vida es tan dura que no consigo ser feliz.
-No es por la vida, es por las quejas.
-Pero... es que hay demasiadas barreras.
-O demasiadas quejas.
Y la maestra marchó.
Un alumno se levantó y buscó a la maestra:
-Lo lamento, pero mi vida es tan dura que no consigo ser feliz.
-No es por la vida, es por las quejas.
-Pero... es que hay demasiadas barreras.
-O demasiadas quejas.
Y la maestra marchó.
Fran García
Febrero 2018
domingo, 20 de noviembre de 2016
Mi abuelita es luz
Pablo lloraba en un rincón del patio.
Un amigo suyo le había dicho que su abuelita se había ido y que no iba a volver.
Pablo, al que le habían explicado que su abuelita había muerto, pero no lo había entendido del todo, se sintió abandonado.
Por la tarde seguía triste y fue así hasta que vió a su tío.
-¿Qué te pasa Pablo? ¿Por qué lloras?
-Por la abuelita, nos ha abandonado.
Entonces, su tío ladeo la cabeza y lo miró:
-La abuelita nunca te ha abandonado y nunca te abandonará. ¿Tú sabes que la abuelita siempre fue buena? ¿No?
-¡Claro! -Contestó Pablo.
-Pues mira, he ido al sabio de Oropesa y me ha dicho que la abuelita ahora forma parte de la luz. Y eso quiere decir que donde haya luz, allá estará la abuelita. Eso quiere decir que la abuelita siempre estará contigo.
-¿Y si hay oscuridad? -Preguntó el niño.
-Cuando lo necesites enciende una luz y así la abuelita estará contigo.
Entonces el niño sonrió y se puso a jugar.
Ya por la noche, Pablo tuvo una pesadilla y se levantó sobresaltado, pero entonces, vio una luz por la ventana y sonrió sabiendo que la abuelita estaba cuidando de él. Pudo ser un rayo, pudo ser el efecto de los faros de un coche, pudo ser cualquier cosa, pero daba igual... La abuela era parte de la luz y le iba a acompañar en cada sueño, en todo momento, para siempre.
Un amigo suyo le había dicho que su abuelita se había ido y que no iba a volver.
Pablo, al que le habían explicado que su abuelita había muerto, pero no lo había entendido del todo, se sintió abandonado.
Por la tarde seguía triste y fue así hasta que vió a su tío.
-¿Qué te pasa Pablo? ¿Por qué lloras?
-Por la abuelita, nos ha abandonado.
Entonces, su tío ladeo la cabeza y lo miró:
-La abuelita nunca te ha abandonado y nunca te abandonará. ¿Tú sabes que la abuelita siempre fue buena? ¿No?
-¡Claro! -Contestó Pablo.
-Pues mira, he ido al sabio de Oropesa y me ha dicho que la abuelita ahora forma parte de la luz. Y eso quiere decir que donde haya luz, allá estará la abuelita. Eso quiere decir que la abuelita siempre estará contigo.
-¿Y si hay oscuridad? -Preguntó el niño.
-Cuando lo necesites enciende una luz y así la abuelita estará contigo.
Entonces el niño sonrió y se puso a jugar.
Ya por la noche, Pablo tuvo una pesadilla y se levantó sobresaltado, pero entonces, vio una luz por la ventana y sonrió sabiendo que la abuelita estaba cuidando de él. Pudo ser un rayo, pudo ser el efecto de los faros de un coche, pudo ser cualquier cosa, pero daba igual... La abuela era parte de la luz y le iba a acompañar en cada sueño, en todo momento, para siempre.
Fran García
Oropesa del Mar a 20-11-2016
Dedicado a ti.
sábado, 21 de mayo de 2016
Gabriel y el desierto
Gabriel no era un hombre del desierto, pero por circunstancias de la vida llevaba en él más tiempo del deseado. Muchas veces había visto el reflejo del agua entre las dunas. A veces, con palmeras y todo. Pero cuando se acercaba a ese oasis... no siempre era de verdad. Por ello, se acostumbró a acercarse al agua sin hacerse ilusiones. Lo que le llevaba a ilusionarse más o desilusionarse menos, porque sus espectativas eran más bajas. Pero siempre caminaba hasta los oasis.
Con el tiempo, y sin encontrar la salida de esa inmensidad amarilla, cada vez se volvió más cómodo y ya solo buscaba agua cuando de verdad tenía sed. De hecho, llegó al punto de ver un oasis con palmeras y animales y no acercarse.
Pensó: "El desierto es demasiado grande." "No hay pruebas de que sea agua de verdad." "Es una oportunidad que puedo dejar pasar." Y así lo hizo.
Una vez acostumbrado a la sed, ya no volvió a acercarse a ningún manantial. Así, siguió viviendo algún tiempo, pero nunca más sintió el placer de beber un poco de agua al tener sed.
Un oasis es una oportunidad. A veces una ilusión, a veces una realidad. ¿Qué harás al ver un oasis?
No pases sin lanzar una piedra y ver si hay ondas o solo polvo. Las oportunidades no están ahí para dejarlas escapar.
lunes, 11 de abril de 2016
El Desierto de los Dioses
Cuenta una leyenda, que mucho tiempo atrás, en una tierra muy lejana, había un gran dios. Este, había creado a otros dioses menores para no sentirse solo.
Una vez creados, los pequeños dioses no tardaron en tener aires de grandeza y en luchar entre ellos para demostrar su poder. No obstante, el único que no luchaba era el dios supremo, que no tenía nada que demostrar.
Sus guerras fueron tan potentes que al final se enemistaron entre ellos y empezaron a realizar todas las acciones posibles para molestarse los unos a los otros. Fu hacía llover, Ra paraba la lluvia, Ter hacía salir el Sol, Mor provocaba una tormenta de arena...
Así, poco a poco, la lluvia se volvió uno de sus elementos preferidos y la utilizaban para molestarse constantemente, hasta la saciedad.
Por ello, un día decidieron que solo llovería cuando les viniera bien a todos, pero ese momento nunca llegó. Así, la lluvia, siempre interrumpida, no llegó a caer con fuerza durante mucho, mucho tiempo y así, aquel lugar envidiable, poco a poco, se convirtió en un desierto.
-Es lo que hay -dijo un día el dios supremo-. Que no llueva nunca a gusto de todos, no quiere decir que no tenga que llover. Ni tan siquiera un dios puede permitirse el lujo de ser tan egoista. Mirad a ver lo que habéis hecho mal y solucionadlo. No os dí un vergel para que lo echarais a perder...
Por ello, un día decidieron que solo llovería cuando les viniera bien a todos, pero ese momento nunca llegó. Así, la lluvia, siempre interrumpida, no llegó a caer con fuerza durante mucho, mucho tiempo y así, aquel lugar envidiable, poco a poco, se convirtió en un desierto.
-Es lo que hay -dijo un día el dios supremo-. Que no llueva nunca a gusto de todos, no quiere decir que no tenga que llover. Ni tan siquiera un dios puede permitirse el lujo de ser tan egoista. Mirad a ver lo que habéis hecho mal y solucionadlo. No os dí un vergel para que lo echarais a perder...
Fran García
Orpesa, 2016
miércoles, 16 de marzo de 2016
Miguel necesita ayuda
Miguel ya ha cumplido 10 años. Recuerda con orgullo el día en que
consiguió que todo su cole se pusiera en marcha y empezara a
trabajar de valiente, para evitar que la suciedad pusiera en jaque a
su querido pueblo.
Desde aquel día, entre todos, habían reciclado gran cantidad de
residuos y habían recogido de la montaña un poco de todo. Pero los
humanos, a veces, son muy inconstantes. A pesar del gran pacto, a
muchos niños ya se les había olvidado su compromiso de recoger
basuras ajenas y, a los más despistados, recoger la suya propia.
Sí, siempre lo había dicho el abuelito: “lo difícil no es
llegar, es mantenerse”.
Pero bueno, tampoco queremos pintar la escena como la mayor de las
catástrofes: el bosque estaba más limpio que entonces; la carta
que escribió la clase en la hora de Castellano se publicó incluso
en el diario de la comarca, lo que generó una mayor conciencia
ecológica en la zona; la ópera escolar sobre “la Pandilla
Limpiamontes” fue un éxito; y aquel Carnaval disfrazados de
contenedores y de residuos, fue la bomba.
No obstante, vistos los puntos fuertes y débiles de todo lo
sucedido, a Miguel le faltaba un algo... y no sabía qué. Esta vez,
ni las sentencias de su padre, Antonio, fueron capaces de hacerle
reaccionar. Su madre, preocupada, también se desvivió por ayudarle
a superar esta nueva crisis. Aunque la solución la acabó
encontrando en el lugar del que no la podía esperar...
Era primera hora de la tarde y Miguel estaba, de nuevo en su bosque,
viendo saltar las ranas en la charca azul, mientras conversaba con
los árboles. No es que él creyera que lo árboles le fueran a
contestar, pero siempre le había gustado hablar con ellos, incluso
abrazarlos. Entonces, vio una bolsa de plástico que venía volando
de la carretera y se colaba entre los troncos de los pinos. “¡Vaya
cochinada!” fue el único pensamiento que le vino a la mente, sin
acertar a hacer nada más. Pero esa vez, ocurrió algo diferente. De
detrás del árbol grande apareció un pequeño zorro anaranjado y se
le quedó mirando. El muchacho no sabía que hacer: si debía
saludarlo, debía esconderse, o la mejor opción sería la de salir
corriendo... Y por eso, permaneció quieto. De hecho, siempre había
sido muy raro ver animales por ahí, puesto que estos se adueñaban
del bosque cuando los niños estaban en el cole, o en la cama.
Repentinamente, el zorro esprintó hasta la bolsa y la dejó a los
pies del niño. Miguel, gratamente sorprendido, lo acarició y el
zorro le miró a los ojos con una inmensa bondad, justo antes de
volver a desaparecer.
Miguel, que volvió a quedarse solo, se preguntaba si había sido un
sueño, o era realidad. Pero la respuesta le llegó al cabo de unos
minutos, cuando cinco animales diferentes aparecieron de la nada y le
obsequiaron con diferentes residuos: un halcón con un pequeño bote
de plástico, un conejo con un trozo de periódico, un ciervo con un
bidón grasiento, un pequeño erizo con una peligrosa pila de botón
y el zorro con un teléfono móvil que alguien había olvidado llevar
al ecoparque.
La situación no le podía parecer más surrealista: el halcón le
dejó el bote a los pies y le picó la rosquilleta que llevaba, de
hecho, Miguel se la entregó entera; el conejo le dejó su papel y
recogió las migas; el ciervo cambió su bidón por unas caricias...
El erizo, celoso, le dio la pila y se puso panza arriba, para poder
ser rascado; y el zorro buscando compañía se recostó a sus pies.
Miguel tardó mucho en explicar esa escena a nadie, aunque todos los
días volvía al bosque y así, los animales, siempre guiados por el
zorro, le ayudaban a limpiar el bosque. De hecho, con el tiempo
aprendieron a llenar diferentes bolsas: una para los envases ligeros,
la que luego iba al contenedor amarillo; otra la para el azul, en la
que poner papeles y cartones; y otra para el verde, en la que recoger
los cristales.
![]() |
Dibujo de mis alumnos: África, Nella, Jesús, Paula, Alba, Nahia y Amin |
Así, poco a poco, los animales se fueron acostumbrando primero a
Miguel, y luego al resto de personas. Y al cabo de unos meses, ya era
habitual que los animales se arrimaran al linde del bosque, en el que
finalmente se ubicó un ecoparque para colaborar con la limpieza de
todo el término.
Os puede sorprender, y es que nunca se ha visto algo igual: ¡humanos
y animales colaborando para reciclar!
Sé que os gustaría saber el nombre de estos animales, pero ellos
mismos nos hicieron saber que no querían tenerlo. Ellos no querían
ser los protagonistas, puesto que el verdadero protagonista es
nuestro querido planeta y los cuidados que necesita.
jueves, 3 de marzo de 2016
De lo que Miguel no se pudo despreocupar
Miguel volvió otra vez triste del
bosque...
Y es que Miguel, con tan solo 9 años,
no podía explicarse como llegaba tal cantidad de basura a los
alrededores de su pequeño pueblo. Todavía no era capaz de
comprender que aquella gran ciudad, a la que se llegaba en coche en
un plis plas, generara tal cantidad de residuos.
Así, de vuelta a casa, casi de noche;
con su balón bajo el brazo y la bolsita de la merienda enganchada de
la correa del pantalón, se encaminó hacia su hogar arrastrando los
pies.
-¡No lo puedo entender! -Exclamó
desde el umbral de la puerta.
-Buenas tardes hijo. -Contestó la
madre- ¿Qué pasa ahora?
-El bosque, los plásticos, los
brics... ¡Hasta ruedas de coche! ¡Pobres animales...!
-¿Qué pasa? No te entiendo.
-Eso, que el bosque está sucio, cada
vez más sucio...
-¿Y ya has pensado una solución?
-Preguntó su padre, que iba cargado con la colada acabada de
recoger.
-¿Solución? ¿yo? ¡Eh...! No.
-¿No? Si algo te preocupa, puedes
hacer dos cosas: buscar soluciones o conseguir que te deje de
preocupar. Pero si te preocupa, te ocupas.
Aquellas palabras de Antonio causaron
un gran impacto en su hijo que, al no verse capaz de solucionar el
problema, decidió que lo mejor sería conseguir que el bosque le
dejara de importar. Pensó: “Es una decisión dura, pero lo debo
conseguir.”
![]() |
Dibujo de mi alumna Ruth - Orpesa 2016 |
Contra todo
pronóstico, la noche fue genial. Miguel consiguió convencerse de
que el bosque no era su problema y disfrutó de un fantástico sueño
en el que marcaba un triple en el último segundo, dando así la
victoria a su equipo en el campeonato escolar de baloncesto.
La mañana
siguiente también transcurrió sin sobresaltos; pero a la tarde...
al volver a jugar al bosque, la indignación se volvió a adueñar de
él: la charca llena de botellas, papeles volando por los aires,
escombros, bolsas colgando de los árboles.... Era, sin duda, el
momento de elevar tal problema al órgano más resolutivo que
conocía: “la asamblea de clase”.
Al llegar a casa
esa tarde, trató de disimular su nerviosismo y por la noche le costó
conciliar el sueño; pero no podía mirar hacia otro lado. El bosque
no era el problema de Miguel, debía de ser el de toda la clase, todo
el pueblo, toda la comarca, o tal vez, de toda la humanidad.
De este modo, y a
pesar del cansancio, el despertador le pilló con ganas de
levantarse, desayunar e ir al cole. Era tal su decisión, que sus
padres no comprendían que le había pasado a su hijo que, quince
minutos antes de la hora de marchar, ya estaba en frente de la
puerta, esperando.
Por ese motivo,
aquel día, Miguel fue quien abrió y cerró la asamblea. En ella, se
habló y debatió largo y tendido sobre el tema. Incluso el maestro
decidió dar todo el tiempo de Naturales a ese asunto, llegando a los
siguientes acuerdos por el bien de la ecología:
- Reducir el uso de todo: agua, luz, papel, bolsas de plástico, etc.
- Reutilizar todo lo posible: no tirando folios a mitad uso, haciendo plástica con materiales de deshecho, gastando los vasos de plástico varias veces, etc.
- Disfrazarse en Carnaval de contenedores y deshechos: un “niño-contenedor azul” rodeado de “niños-periódico” y “niños-caja”; un “niño-contenedor amarillo” seguido de “niños-lata” o “niños-bric”; y un “niño-contenedor verde” acompañado por “niños-botella” y “niños-tarro”.
- A partir de ahora, cuando los niños fueran a jugar al campo, llevarían una bolsa de plástico, tanto en hora de cole, como de ocio y se comprometían a recoger todos sus residuos y una parte de lo que encontraran por ahí.
- Y por último, la clase se comprometía a reciclar todos los días (por lo que el maestro sacó del armario unas bolsas especiales de colores).
Para la hora de
castellano quedaba lo de escribir una carta abierta alertando a la
humanidad del problema de los bosques y, tal vez, realizar un
proyecto de ópera escolar con la ecología por bandera.
Ese día al
volver a casa, no podía sentirse más feliz y le contó todo a sus
padres, que le dijeron:
-El mundo seguirá
contaminando, pero entre todos, con pequeños actos, podemos
mejorarlo todo. Estamos muy orgullosos de ti. Corre, apaga la luz,
coge el plástico y vamos a pasear.
Y así vio Miguel
como se acababa aquel día, en el que había conseguido mucho más de
lo esperado.
Fue como darle un gran abrazo a la
naturaleza.
Fran García
Orpesa, 2016
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