jueves, 3 de marzo de 2016

De lo que Miguel no se pudo despreocupar

Miguel volvió otra vez triste del bosque...

Y es que Miguel, con tan solo 9 años, no podía explicarse como llegaba tal cantidad de basura a los alrededores de su pequeño pueblo. Todavía no era capaz de comprender que aquella gran ciudad, a la que se llegaba en coche en un plis plas, generara tal cantidad de residuos.

Así, de vuelta a casa, casi de noche; con su balón bajo el brazo y la bolsita de la merienda enganchada de la correa del pantalón, se encaminó hacia su hogar arrastrando los pies.

-¡No lo puedo entender! -Exclamó desde el umbral de la puerta.
-Buenas tardes hijo. -Contestó la madre- ¿Qué pasa ahora?
-El bosque, los plásticos, los brics... ¡Hasta ruedas de coche! ¡Pobres animales...!
-¿Qué pasa? No te entiendo.
-Eso, que el bosque está sucio, cada vez más sucio...
-¿Y ya has pensado una solución? -Preguntó su padre, que iba cargado con la colada acabada de recoger.
-¿Solución? ¿yo? ¡Eh...! No.
-¿No? Si algo te preocupa, puedes hacer dos cosas: buscar soluciones o conseguir que te deje de preocupar. Pero si te preocupa, te ocupas.

Aquellas palabras de Antonio causaron un gran impacto en su hijo que, al no verse capaz de solucionar el problema, decidió que lo mejor sería conseguir que el bosque le dejara de importar. Pensó: “Es una decisión dura, pero lo debo conseguir.”

Dibujo de mi alumna Ruth - Orpesa 2016


Contra todo pronóstico, la noche fue genial. Miguel consiguió convencerse de que el bosque no era su problema y disfrutó de un fantástico sueño en el que marcaba un triple en el último segundo, dando así la victoria a su equipo en el campeonato escolar de baloncesto.

La mañana siguiente también transcurrió sin sobresaltos; pero a la tarde... al volver a jugar al bosque, la indignación se volvió a adueñar de él: la charca llena de botellas, papeles volando por los aires, escombros, bolsas colgando de los árboles.... Era, sin duda, el momento de elevar tal problema al órgano más resolutivo que conocía: “la asamblea de clase”.

Al llegar a casa esa tarde, trató de disimular su nerviosismo y por la noche le costó conciliar el sueño; pero no podía mirar hacia otro lado. El bosque no era el problema de Miguel, debía de ser el de toda la clase, todo el pueblo, toda la comarca, o tal vez, de toda la humanidad.

De este modo, y a pesar del cansancio, el despertador le pilló con ganas de levantarse, desayunar e ir al cole. Era tal su decisión, que sus padres no comprendían que le había pasado a su hijo que, quince minutos antes de la hora de marchar, ya estaba en frente de la puerta, esperando.

Por ese motivo, aquel día, Miguel fue quien abrió y cerró la asamblea. En ella, se habló y debatió largo y tendido sobre el tema. Incluso el maestro decidió dar todo el tiempo de Naturales a ese asunto, llegando a los siguientes acuerdos por el bien de la ecología:
  1. Reducir el uso de todo: agua, luz, papel, bolsas de plástico, etc.
  2. Reutilizar todo lo posible: no tirando folios a mitad uso, haciendo plástica con materiales de deshecho, gastando los vasos de plástico varias veces, etc.
  3. Disfrazarse en Carnaval de contenedores y deshechos: un “niño-contenedor azul” rodeado de “niños-periódico” y “niños-caja”; un “niño-contenedor amarillo” seguido de “niños-lata” o “niños-bric”; y un “niño-contenedor verde” acompañado por “niños-botella” y “niños-tarro”.
  4. A partir de ahora, cuando los niños fueran a jugar al campo, llevarían una bolsa de plástico, tanto en hora de cole, como de ocio y se comprometían a recoger todos sus residuos y una parte de lo que encontraran por ahí.
  5. Y por último, la clase se comprometía a reciclar todos los días (por lo que el maestro sacó del armario unas bolsas especiales de colores).

Para la hora de castellano quedaba lo de escribir una carta abierta alertando a la humanidad del problema de los bosques y, tal vez, realizar un proyecto de ópera escolar con la ecología por bandera.

Ese día al volver a casa, no podía sentirse más feliz y le contó todo a sus padres, que le dijeron:
-El mundo seguirá contaminando, pero entre todos, con pequeños actos, podemos mejorarlo todo. Estamos muy orgullosos de ti. Corre, apaga la luz, coge el plástico y vamos a pasear.

Y así vio Miguel como se acababa aquel día, en el que había conseguido mucho más de lo esperado.

Fue como darle un gran abrazo a la naturaleza.


Fran García
Orpesa, 2016

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