jueves, 22 de octubre de 2015

Lis y los juguetes

Lis era la alegría de la casa. Era una niña pequeña, pero capaz de sorprender a todos los mayores, sobretodo por su simpatía.

A su prima Elisa le encantaba verla jugar con sus muñecos, pues le recordaba a ella misma unos años antes. Lo más gracioso era verla dialogar con ellos y ver cómo les daba poderes especiales, pero solo cuando eran necesarios.

Cuando esto sucedía, Elisa no podía dejar de reír desde el marco de la puerta. Pero un día esto cambió y la pequeña Lis dejó de jugar con sus muñecas y empezó a hacer otras cosas, como pintar, cantar, leer e incluso aburrirse y fue en un día de aburrimiento cuando Elisa, preocupada, decidió hablar con ella:
-¡Hola Lis! ¿Qué haces?
-Nada.
-¿Nada? Nada es muy aburrido ¿no?
-Sí.
-¿Hace mucho que no juegas con los muñecos?
-Sí.
-¿Y por qué no juegas con ellos?
-Porque se rompen, se ensucian, se desordenan... y luego no están en su sitio.
-Si los cuidas, los limpias y los devuelves a su lugar, no hay ningún problema en jugar ¿no?
Entonces Lis empezó a dudar y después de retorcerse un poco gritó:
-¡Vale! ¡Vale! ¡Vale! ¡Te contaré la verdad!
-¿Qué verdad pequeñaja?
-No juego con los muñecos, porque me pidieron que los dejara en paz, que no querían volver a jugar conmigo -reconoció abatida la pequeña.
-¡Venga ya! Eso es imposible.
-¡No lo es! ¡Fue así!

Entonces, Elisa fue hasta la estantería y le preguntó a un soldadito:
-¿Me puedes informar de quién manda aquí?
Y el soldadito tembloroso, miró a la gran desconocida y le respondió:
-Sí señora, es aquella muñeca del vestido lila. Ella es la jefa de todos nosotros.
Y en ese momento, Elisa se dirigió a ella, para alivio del soldadito:
-¿Fuiste tú quien dijo a mi prima que no jugara más con vosotros?
En ese instante, la Muñeca Mandarina se tiró las manos a la cara y confesó con voz triste:
-Sí mi reina, fui yo. Fue todo un mal entendido, por lo visto... En aquel momento Lis estaba de vacaciones y jugaba con nosotros hasta exprimirnos. Por eso y tras recibir muchas quejas del resto de juguetes le pedí a la señora que no jugara más con nosotros, pero no quería decir más ¡quería decir tanto! Y ahora, ¡el resto de juguetes me culpa a mí de que Lis nos haya abandonado!
Y sin poderlo remediar, la Muñeca Mandarina estalló en llanto y lloró desconsoladamente. Algo que le impactó mucho a Elisa, que nunca había visto llorar así a una muñeca y por ello, tardo en reaccionar:
-¿Me estás diciendo que tienes ganas de jugar con ella?
-¡Claro! ¡Un juguete nunca puede estar feliz si no tiene con quien jugar! ¿No lo entiendes?
-Yo sí, pero mi prima, por lo visto, no.
Sin pensarlo ni un segundo, Elisa se esfumó de la habitación para buscar a Lis que se había marchado y se había perdido toda la conversación.

-Lis, tus muñecos te esperan, ¡tienen algo que decirte! Lis ¿qué haces?
-La merienda... mira la hora.
-¡Hala! ¡Si son más de las seis y media! Me largo chiquitina.
Y Elisa desapareció.
Lis tras recibir los besos de su prima, se quedó sola. Aunque sus padres estuvieran en casa, ellos tenían otros asuntos que tratar y no era momento de molestarles... Se hizo el silencio.

Así, tuvieron que pasar unos largos minutos hasta que la niña reaccionó: “los muñecos te esperan... ¿mis muñecos me esperan...?” Pero a Lis le costaba hacerse el ánimo, pues le fue muy desagradable aquel día en el que le pidieron no jugar más y eso todavía le dolía en lo más profundo.
Finalmente y con mucha precaución, creyó que era el momento de aceptar la situación y visitar a su tropa de muñecos.
Entonces, fue a la habitación, se acercó a sus muñecos y tímidamente les dijo:
-Hola muñequitos, ¿cómo estáis?
-Tristes -contestó el soldadito.
-¿Y por qué estáis tristes?
-¡Por qué ya no juegas con nosotros!
-Es lo que queríais ¿no?
-¿Cómo íbamos a querer que nos abandonaras? ¡Solo queríamos descansar un poco! Lo que pasa es que nuestra querida portavoz... te lo explicó bastante mal. Tú eres nuestra amiga y los amigos son para siempre y siempre querremos que estés cerca de nosotros. ¿No lo entiendes?
-Claro que lo entiendo pequeñín, yo también os he echado mucho de menos...
-Y yo a ti -contestó la Muñeca Mandarina.
-¿De verdad?
-¡Claro! Solo me expliqué mal una vez, pero lo he pagado muy caro. Nos has tenido abandonados mucho tiempo, pero no te podemos culpar por ello. Fui yo quien metió la pata y no sabes lo arrepentida que estoy. ¿Podrás perdonarme?
-Claro, ya estás perdonada.
-¿De verdad?
-Claro, ¿jugamos?
-¡Síííí! -gritaron todos los muñecos antes de abalanzarse sobre Lis.
-¡Vaya! Todos quieren jugar hoy conmigo. Menudo desorden, tendré que acabar de jugar un poco antes para poneros a todos en vuestro sitio...
-¡Vale! ¡Vale! ¡Lo que quieras, pero hoy haremos todos un gran teatro de esta habitación!

Y así todos volvieron a jugar juntos y felices.

Fran García
Orpesa, 2014

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